A todos nos han dicho alguna vez que dejemos llorar a nuestros hijos. Cuando no nos dejan dormir por la noche, cuando quieren llamar nuestra atención, cuando están haciendo una pataleta, cuando tienen un golpe “insignificante”…

Esta frase del Dr. Carlos González es muy poderosa. Siempre me ha hecho pensar. Si uno ve llorar a algún adulto cercano, así sea por una “bobada”, ¿lo deja ahí, solo, desconsolado? ¿o busca acompañarlo hasta que se sienta mejor?.

Siempre guíense por este principio: ¿A ustedes les gustaría que les hicieran lo mismo que ustedes le están haciendo a su hijo/a?. Si la respuesta es “NO”, entonces no lo hagan. Guíense por la empatía y por el sentido común. 

Es muy importante ayudar a los niños a gestionar sus emociones adecuadamente. Validarlos, decirles que está bien que sientan tristeza, frustración, miedo, ira, aburrimiento, angustia, culpa dolor… Se puede acompañar al niño a manejar lo que siente con frases como “entiendo que te sientas _______”. “Aquí estoy para ti” “te voy a acompañar”. Se debe también cuidar el lenguaje no verbal cuando los asistimos. Mirarlo a los ojos y hablarle en un tono de voz suave que invite a la calma siempre ayuda. Evitemos que los niños se sientan juzgados o invalidados. 

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